Contar para todos

Aunque en apariencia muchos conceptos han cambiado, en la práctica sigue imperando la esencia de los mismos, porque han sido diseñados para mantener la vigencia de una institucionalidad, pero sobre todo para volver perdurables diferencias sociales útiles para el manejo de las sociedades.    

Cuando la sicología no era tan exigente, las expresiones niño y adulto se pronunciaban con un claro sentido de diferencia, aceptado, porque ambos estados, la niñez y la adultez, eran considerados como un período de prueba, al cual debían ser sometidas las personas, para autorizar su ingreso en sociedad, en el caso de los niños, o ratificar su permanencia en ella, en el caso de los adultos, pues niñez era sinónimo de incapacidad por ausencia de conocimiento, y adultez, por aproximación al vencimiento de sus capacidades mentales.      

La exigente sicología de los tiempos actuales ha planteado algunos cambios en la manera de presentar a la niñez y a la adultez, con el fin de disimular ese obligado período de prueba, porque, como veremos, aún persiste, y por ello ha sugerido la creación de espacios autónomos para unos y otros. Por eso existen espacios para niños y espacios para adultos, sobre todo cuando de hacer espectáculos se trata, porque es durante la realización de estos cuando es más fácil diseñar argumentos lúdicos para convencer a cada uno sobre la conveniencia de aceptar su pertenencia al lugar social que por edad le corresponde.  

Decir, para niños o para adultos tiene una implicación soterrada de regulación social, tolerada, porque hace menos agresivo el control, pues cada quien se siente feliz, “cuando se le da su espacio”. Es por eso que las actividades que compiten por mantener un lugar destacado en la sociedad se ajustan a estas exigencias de la sicología, de mantener un “sano equilibrio” entre los integrantes de estos dos polos de la sociedad, y diseñan sus actividades, para ayudar a mantener las diferencias, de manera que no sean tan notables.

De ahí que existan los cuentos para niños, y los cuentos para adultos, aunque esta última calificación es muy reciente, pues es parte de la estrategia de adicionarle argumentación a la lúdica y al entretenimiento.   

El problema radica en cómo garantizar que el sostenimiento de esa diferencia no impida una integración social, que es lo que a nuestro juicio provoca cualquier actividad que se ocupa de entretener a unos y a otros por separado.

Los conceptos “para niños y para adultos” sirven para mantener controlada la proyección histórica de la sociedad, porque la restricción del derecho a acceder a un conocimiento integral es una forma eficiente de controlar el nivel de memoria social de cada individuo.  

En el mundo de la narración oral, una actividad que ha cobrado una fuerza considerable se ve esta división de conceptos, pues se está convirtiendo en norma, para muchos de los ejecutores de este oficio, hacer una clara diferencia entre niños y adultos, para ajustar su repertorio.   

Qué tal si dejamos a un lado las soluciones facilistas y nos dedicamos a generar ideas para convertir los cuentos en relatos para todos, e integrar, a través de estos, a una sociedad que se desvanece en las diferencias, y en la cada vez más adictiva lúdica de la tecnología.

Una cosa es echar un cuento, y otra muy distinta es contarlo, porque la primera acción sólo busca entretener y embaucar y la segunda integrar al individuo en sociedad.  

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